domingo, 24 de febrero de 2013

Tente nube, tente tú

Mayo ya está maduro. En el santoral del calendario aparecen santa Rita, santa Quiteria y san Urbán, llamados en algunos lugares, como Abades, “los santos quitones”, porque “quitan el pan”. Así que el labrador no deja de mirar al cielo. Sabe que una tormenta puede arruinar su cosecha, y por ello intenta adivinar cuando aparecerá el maldito nublado, para combatirlo. Y la sabiduría popular dice que no hay mejor forma de hacerlo que tocando las campanas, una creencia ya extendida en el siglo XIII y conservada hasta tiempos recientes en la mayoría de los pueblos de Segovia.

Tradicionalmente, el sonido de las campanas era acompañado de breves canciones, repetidas al ritmo de los bronces (“Tente nube, tente tú, que Dios puede más que tú...”). En Rebollo, al acabar el toque, la boca de la campana quedaba mirando a lo alto, posiblemente porque representaba a la “trompeta” de Dios ante cuya música salían huyendo los demonios. Los cambios de costumbres acaecidos en las últimas décadas y la emigración hicieron desaparecer en Rebollo y en muchos otros pueblos, como Olombrada o Aldealázaro, el toque de campanas para ahuyentar los nublados. Pero el arraigo del rito se ha mantenido en lugares como Campo de San Pedro, donde cada día corresponde a un vecino ir a tocar la campana cada vez que se avecina la tormenta. Y el orden del listado sigue cumpliéndose, según dicen los mayores del pueblo.

Curiosamente, la campana de Campo de San Pedro adquirió antaño fama de excelente cumplidora de su tarea, lo que al parecer no hacía gracia a los vecinos de los pueblos del entorno, ya que, según dicho popular, a los de Alconada de Maderuelo “se les arrevolvían los cojones” cada vez que la escuchaban, puesto que era muy posible que el pedrisco acabara cayendo en tierras de su término municipal. En tiempos, también tuvo nombradía la campana de la iglesia de san Miguel, en Maderuelo, y una de Sebúlcor, pueblo al que llamaban “de los brujos” precisamente por sus facultades para, entre otras cosas, deshacer tormentas.

Pero, siendo importante, el toque de campanas no era el único método de protección de las tormentas. Así, a lo largo de la provincia de Segovia hay mil y una creencias al respecto. En Bernuy de Porreros, por ejemplo, los dos miembros más jóvenes de la Hermandad de Santiago cogían agua del río el día de Sábado Santo, y después de ser bendecida por el sacerdote, se repartía entre el vecindario, ya que se consideraba que tenía la facultad de “asustar los nublados”. También el día de Sábado Santo, pero en Mozoncillo, tras salir de la iglesia cada feligrés recogía siete chinas del suelo, que luego eran guardadas como oro en paño. Y cada vez que llegaba la tormenta se tiraba una de aquellas piedrecitas a las nubes, “para desvanecerlas”.

Mientras, los vecinos de Fuentepiñel iban el día de Corpus Christi al río a por espadañas, que luego tiraban por las calles por las que había de pasar la procesión. Y luego volvían a recoger la españada y la guardaban. “Cuando había tormentas se quemaba un poco de esa espadaña para espantarla”, decían algunos vecinos de este pueblo. En otros sitios, como Fuentepiñel, lo que se guardaba era cantueso, y también era quemado al aparecer una tormenta, para alejarla.

Otra forma de deshacer las tormentas era utilizando el tronco “nochebuenero” que se usaba, entre otras localidades, en Gomezserracín. Debía su nombre a que era el que se ponía en Nochebuena en la lumbre baja, donde estaba toda la noche. Y luego, los tizones que quedaban eran cuidadosamente conservados para ser luego echados al tejado de la casa cada vez que llegaba la tormenta.

Entretanto, en Aldeanueva de la Serrezuela tienen una cruz de Caravaca capacitada de desviar nublados. Y hace ya muchos, muchos años, en 1630, los vecinos de Nava de la Asunción instalaron en la veleta de la torre conjuros contra las tempestades, escritos en una vara de angeo. Finalmente, quedaban las estampas. Así, llegaron a ser muy frecuentes las de Nuestra Señora de Nieva, con el siguiente texto: “Esta imagen se venera en el convento de Santo Domingo de Nieva, especial abogada contra las tormentas. Hay pía tradición que donde estuviere esta estampa no caerán rayos ni centellas”.

Y si al final acababa cayendo la tormenta, siempre quedaba el remedio que tomaron los de Pinillos de Polendos, que una vez, hace ya muchos años, sufrieron el pedrisco el día de san Urbán. Y desde entonces sus vecinos decidieron invocar en tal fecha a dicho santo, esperando que por su protección no se repitieran sucesos semejantes.

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