lunes, 11 de febrero de 2013

Bendito paladar


En el corazón de Segovia, a escasas decenas de metros de donde el Acueducto penetra en la muralla, se encuentra la angosta calle Licenciado Peralta. Allí está el convento de la Purísima Concepción, cuya pequeña comunidad de concepcionistas franciscanas ocupa sus horas en cumplir con ejemplar esmero el ora el labora, principal precepto marcado por el iniciador de la vida monástica en Occidente, San Benito.
Desde que la Orden de la Inmaculada Concepción se estableció en la ciudad castellana, en el lejano año 1601, sus hermanas han orado de forma constante, con la única excepción de las horas de sueño. ¡De cuántos pecados se habrá redimido la humanidad gracias a esta callada y persistente obra!. En cuanto a tareas manuales, las concepcionistas franciscanas de Segovia se dedicaron, tradicionalmente, a bordar, hasta que los recientes cambios económicos y sociales redujeron al mínimo la demanda de trabajos de aguja. Surgió entonces, seguro que por inspiración del cielo, la idea de crear un obrador. Así nació “Repostería de la Inmaculada”. Por su minúscula tienda han pasado en los últimos años todos los segovianos, deseosos de llevar a sus casas “dulces celestiales”, entre los que figuran tartas de almendra, bollos de aceite, mojicones, paciencias…
La fama de la repostería elaborada por las concepcionistas franciscanas, aunque no deseada, trascendió de lo local. Y la televisión, ese gigantesco altavoz del mundo actual, se fijó en este humilde convento segoviano, provocando un auténtico fenómeno, el de que dos sencillas hermanas, sor Liliana y sor Beatriz, se convirtieran de la noche a la mañana, por obra y gracia de sus recetas, en las dos monjas más famosas de España.
En “Bendito Paladar”, uno de los programas más vistos de 13 TV, esta pareja de monjas de clausura ha ido regalando a los espectadores una maravillosa colección de recetas de cocina. Son platos fáciles y elaborados con ingredientes naturales. La sencillez de la vida diaria de las concepcionistas franciscanas se plasma, con total claridad, en su cocina. Se trata de entrantes, ensaladas, carnes, pescados, postres… de variadísima procedencia. Con el paso de los años, el convento ha ido formando un “gran recetario”, con aportaciones de cuantas hermanas han pasado por allí. Así, hoy se puede rastrear en las gastadas páginas de este libro huellas de la cultura culinaria de los cuatro rincones de España. Son, pues, platos tradicionales, pero cuyo secreto no radica en su antigüedad sino en su preparación. Y ahí, el amor es piedra angular.
No menos sorprendente que las recetas es su puesta en escena. Lejos de la parafernalia de cuantos cocineros inundan las cadenas de televisión, sor Liliana y sor Beatriz no actúan, cocinan. En armonía con los platos que proponen, ellas dos son totalmente naturales. No siguen un guión previamente redactado. Son espontáneas y graciosas. Y así, con esa autenticidad por bandera, han calado con rapidez entre los espectadores.
Con un programa de televisión, las concepcionistas franciscanas han obrado un gran milagro. En un mundo en el que nos empeñamos en poner a Dios cada vez más impedimentos para que entre en nuestras casas, “Bendito Paladar” se ha convertido en una extraordinaria vía de entrada de su mensaje hasta los corazones de los televidentes. ¿Y cómo ha sido así?. Las dos hermanas no se limitan a explicar, una tras otra, recetas. Su aparición en la pequeña pantalla brinda a sor Liliana y sor Beatriz una oportunidad para evangelizar. “Es lo que más nos interesa”, resumen ambas, al unísono. En cada programa dejan algún mensaje evangélico, tan escueto como nítido, consensuado con el resto de la comunidad durante el temprano desayuno. “Aunque parece que hoy da vergüenza hablar de Dios, lo cierto es que hay mucho hambre de Él”, sostiene sor Liliana. Las didácticas enseñanzas de las dos hermanas, con palabras sinceras, contribuyen a hacer meditar al espectador y a reconciliarle con el Creador.
La celebridad adquirida por el convento no ha hecho variar un ápice a las nueve monjas de la comunidad, siempre conscientes de la misión que, libremente, han elegido. La madre abadesa, sor Consuelo, ve en “Bendito Paladar” una forma de hacer apostolado que permita, ¡Dios lo quiera!, la llegada de nuevas vocaciones. “Nuestra vida –dice- consiste en alabar a Dios, en cantarle, pero si hay pocas voces el coro queda pobre”. Y añade: “Nuestro mayor deseo es tener un coro grande para alabar a Dios”. La invitación se dirige a mujeres jóvenes y valientes. Cada día, estas monjas de clausura se levantan a las seis de la mañana. Oran hasta las ocho, hora de la eucaristía; y tras el desayuno y aseo de la casa, van al obrador. Ya en horario vespertino, santo rosario, tiempo libre para leer y pasear, y vísperas. La cena es a las nueve y, para acabar la jornada, rezo de completas. “Es una vida muy tranquila y feliz”, asegura sor Consuelo.
Lejos del mundanal ruido, la vida en el convento transcurre sin apenas sobresaltos. Si acaso, la llegada de las cámaras de televisión de 13 TV, con las que sor Liliana y sor Beatriz, se encuentran ya “muy cómodas” trastoca levemente el discurrir de las horas. Ahora, todo ese caudal de arte culinario y de espiritualidad, está en sus manos. ¡Buen provecho!. Para el cuerpo y para el alma.



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