lunes, 11 de febrero de 2013

Mitad truhán, mitad señor

La vida es un camino imaginario. Cada cual lleva un paso. Unas veces, obligado; otras, elegido. José Luis Marugán ‘Cuchareta’ pudo decidir. Y apostó por gozar con intensidad cada momento. Carpe diem. Sus 67 años darían para escribir un largo libro, de difícil compendio. Si acaso, se resumiría en el estribillo de una vieja canción de Julio Iglesias. Ama la vida y ama el amor, es un truhán y es un señor, alegre, soñador…
Su padre nació en Nava de la Asunción; su madre, en Sepúlveda. A él le tocó venir al mundo en Villafranca del Cid (Castellón), donde el cabeza de familia, guardia civil, había sido destinado. De allí pasaron a los pocos años al cuartel de Revenga, luego al de Cuéllar, a La Granja… Estudió en Segovia, maestría industrial, y después hizo el servicio militar en la Guardia Civil. Su destino parecía ligado a la benemérita, y de hecho ejerció tres años como agente, pero… “ya tenía metido en el cuerpo el deseo de torear”. Durante un tiempo, alternó el tricornio con el traje de luces, siempre con el permiso de su coronel. Hasta que un buen día tomó una decisión, la de ser torero.
Lo llevaba en los genes. Sobrino nieto del torero que elevó a sus más altas cotas la suerte del salto de la garrocha, Aniceto Ajo ‘Cuchareta’ —del que heredó el apodo—, él empezó de becerrista, de ahí pasó a novillero, y en vista de lo difícil que resultaba llegar a figura del toreo, sobre todo para una persona “poco constante”, se dedicó a torear festivales. Su toreo se basaba en el arte de Dámaso González. “Lo que mejor se me daba era matar”, asegura. Toreó durante más de veinte años, por toda España. Incluso cruzó el charco, para lidiar en Ecuador y México. Gozó muchísimo con su oficio, a pesar de que nunca fue un número 1. “Dicen que podía haber llegado lejos”, señala ahora, con nostalgia, recordando la frase que le dijo un conocido crítico taurino cuando se retiró: “Te has ido dejándonos a todos con la miel en los labios”.
‘Cuchareta’ alternó el toreo con otros trabajos. En la época que vivió en La Granja se aficionó a trabajar en las películas que por allí se rodaban. Con 15 años, participó en su primer rodaje, “El príncipe encantado”. En el séptimo arte descubrió otro camino atractivo, que brindaba a un joven como él, ágil y experimentado jinete, múltiples oportunidades. Trabajó de especialista en numerosas películas (“Orgullo y pasión”, “55 días en Pekín”, “La caída del Imperio Romano”, “La batalla de las Ardenas”…). Su progresión en el cine culminó con “El vampiro de la autopista”, película de José Luis Madrid en la que ya no ejerció ni como figurante ni como especialista, sino ocupando un papel, secundario. “No se me daba mal la interpretación, no”, recalca ahora ‘Cuchareta’.
El cine le permitió dar el salto a las telenovelas. Apareció en la más renombrada de aquella época, “Lucecita”. Y en muchas más. “El cielo que nunca vi”, “Simplemente María”, “Como la falsa moneda”… La vida sonreía a ‘Cuchareta’, por entonces considerado un personaje popular. Él seguía compatibilizando el toreo, el cine… y en verano, a Marbella. En los años 70 se produjo la eclosión de Marbella. Y, como no podía ser de otra forma, allí estaba ‘Cuchareta’, en primera línea, junto a Jaime de Mora y Aragón, el príncipe Alfonso de Hohenlohe… ‘Cuchareta’ fue relaciones públicas de la famosísima discoteca “La Llave”. Entabló amistades con personajes la jet set. En esos ambientes se desenvolvía como pez en el agua. Allí forjó su imagen de playboy. La revista “¡Hola!” dio fe de algunas de sus conquistas. Entre sus amores (reconocidos) figuraron Linda Christian (segunda mujer de Tyrone Power) y Teresita de Gante… Todavía hoy, ‘Cuchareta’ y su íntimo amigo Máximo Valverde —de trayectorias paralelas— suelen discutir cuando hablan de amores. “Él dice —asegura ‘Cuchareta’— que ha tenido más novias que yo, pero es mentira, yo le gano”.
Para un emprendedor como él, Marbella se convirtió un trampolín. La siguiente escala de sus andanzas fue Benidorm. Dirigió el “mesón Plaza”, encumbrándolo. Y, curiosamente, con el boxeador Urtain de relaciones públicas. ‘Cuchareta’ estuvo allí tres años. De vez en cuando, hacía un hueco para ir a torear…
“¡Claro que he ganado dinero!”, dice cuando se le pregunta por la rentabilidad económica de sus múltiples actividades. De repente, interrumpe un par de segundos la conversación, y luego agrega: “Gané porque tocaba muchos palillos, y sacaba un poco de aquí y un poco de allá. Hice dinero y también lo gasté. ¡Pero que me quiten lo bailao!”
En 1983 ideó la construcción del ‘Cortijo Cuchareta’, en la urbanización “Los Cortos” de Duruelo. Su sueño se hizo realidad en 1987. Lo inauguró Pilar de Borbón, hermana del rey Juan Carlos I. Allí se creó la Escuela Taurina de Segovia, un centro “muy fructífero”, del que salieron una decena de matadores y más de una docena de banderilleros. Pero el ‘Cortijo Cuchareta’, además de centro taurino, ha sido (y es) un complejo hostelero diseñado para acoger eventos. Entre ellos, infinidad de homenajes. El último, a Sancho Gracia. Ahora, lo gestiona una empresa de hostelería.
En su periplo, ‘Cuchareta’ también ha tenido tiempo de meterse a empresario de la construcción. Otra faceta del personaje más polifacético, al que vida le ha dado dos “cornadas” en los dos últimos años, de las que se todavía se está reponiendo. Ahora, jubilado, dice llevar una vida “muy tranquila”. “Espero que Dios me de unos años de paz, y que pueda ver una mejoría de la situación en España”, pide al cielo.
El hombre que más ha vivido no es el más años ha cumplido, sino el que más ha disfrutado de la vida, escribió el filósofo Rousseau. Y en el arte de disfrutar de la vida, ‘Cuchareta’ es un maestro.

No hay comentarios: